alumni

El Tiempo de la Langosta

Angelica Arbulu

El Tiempo de la Langosta © Angelica Arbulu
© Angelica Arbulu
El Tiempo de la Langosta © Angelica Arbulu
© Angelica Arbulu
El Tiempo de la Langosta © Angelica Arbulu
© Angelica Arbulu
El Tiempo de la Langosta © Angelica Arbulu
© Angelica Arbulu
El Tiempo de la Langosta © Angelica Arbulu
© Angelica Arbulu
El Tiempo de la Langosta © Angelica Arbulu
© Angelica Arbulu
El Tiempo de la Langosta © Angelica Arbulu
© Angelica Arbulu
El Tiempo de la Langosta © Angelica Arbulu
© Angelica Arbulu

El caparazón de la langosta no crece. Cuando le queda pequeño lo pierde y se recluye mientras que crece uno nuevo. Es un tiempo de enorme vulnerabilidad, pero a la vez absolutamente necesario. Como la langosta el adolescente está en ese punto de transición donde ya no es lo que era, pero todavía no es lo que será.

El concepto de adolescencia se empieza a utilizar en EE. UU. después de la Segunda Guerra Mundial sobre todo como una herramienta publicitaria y comercial. Así nace el adolescente como consumidor, e inevitablemente después como producto de consumo.

Los cambios de la adolescencia darán lugar a un cuerpo temporal que es venerado dentro de la sociedad consumista cuyo principal mantra es la juventud eterna dando lugar a la «conspiración cultural» de la que habla Naomi Wolf en su libro El mito de la belleza. La tan esperada rebelión contra esta dominancia se dio la vuelta, y cada vez vemos mayores exigencias hacia los cuerpos masculinos.

Como resultado el adolescente es sujeto y objeto de una maquinaria consumista que le impone metas imposibles durante una de las etapas de mayor vulnerabilidad psico-emocional del crecimiento.

Pero esta serie no nace de una perspectiva histórica, sino de una necesidad de madre. De intentar comprender la realidad de mis hijos. Hablan de mi fascinación por la transformación de unos cuerpos que una vez fueron una extensión del mío y que ahora me son ajenos y que están siendo constantemente juzgados.

Son fotos de mis hijos, mis sobrinos y sus amigos.  Son el resultado de un encuentro donde se fusiona lo que quiero decir yo, con lo que quieren expresar ellos.  Les invito a participar en la construcción de la imagen dándole un vuelco a la jerarquía que a menudo se establece entre fotógrafo y sujeto. Usando sus cuerpos como canvas les doy de forma literal la última palabra.

Son fotos silenciosas. Esto es intencional. Quiero iniciar una reflexión enfrentando la serenidad estética con la tormenta interna.  Enfrentar los prejuicios que existen sobre una generación vista como blanda y mimada con el otro lado mas oscuro, el de una generación que vive bajo un escrutinio constante, y arrastra la resaca de la pandemia. Anorexia, acoso sexual, depresión, violación, aborto y el complicado negocio de crecer en un mundo post pandémico bajo el escrutinio de las redes sociales… esta es la narración submarina que acompaña estas imágenes.