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Árbol de Sangre
Martha Viaña Pulido
No fue sino en la adolescencia que me enteré de la rareza de la sangre de nuestra familia y de las consecuencias de ello. Tanto mi papá, como mi mamá, nacidos con casi 7000 kilómetros de distancia, tenían el tipo de sangre ORH-. Sus hijas, mi hermana y yo, también la tenemos. Somos parte de ese 7% de la población que la posee y que sólo puede recibir transfusiones de personas del mismo tipo sanguíneo, pero puede dar a todos.
Ya el solo hecho de que mi hermana y yo hubiéramos nacido, sin que nuestros padres supieran que la única forma de que no hubiera habido graves complicaciones en el embarazo era que ambos tuvieran ese mismo tipo de sangre, se puede considerar un azar estadístico bastante improbable, como lo es también la existencia en la naturaleza de metáforas que nos hagan sentir correspondidos y acompañados en nuestra singularidad.
Y fue, justamente por azar, que un día descubrí que la rareza de la sangre de nuestro árbol genealógico se parecía al caso de un curioso árbol originario de un lugar muy apartado del mundo, la Isla Socotra, en el Océano Índico, llamado Árbol Sangre de Dragón por producir una resina roja. Fue así como entre ese atípico árbol, escaso y aislado en el mundo, y nuestro árbol genealógico hallé un aire de familia, inesperado y estimulante.
A partir de esa de esa curiosa asociación, busco expresar el sentido profundo de solidaridad con la vida y la naturaleza, en tanto expresión de nuestra experiencia familiar que, aunque singular, es en el fondo también universal pues todos somos únicos.