Puedes tocarlo todo, pero sólo con los ojos.

Me crié con esta frase de mi padre que se ha convertido en uno de los fundamentos de mi educación y de mi relación con el mundo. Fue una manera de despertar curiosidad e interés por nuestro entorno, de enseñarnos su belleza y su fragilidad. Tocar con los ojos es el primer paso hacia la felicidad y la fascinación que uno encuentra en el contemplar. Un aprendizaje de calma, silencio y respeto hacia la Naturaleza.

En este proyecto me enfoco en un discurso naturalista, poético y positivo respecto de las relaciones que tenemos con ésta, retratando sin jerarquía, tanto a los seres vivos, como a las materias que me rodean. Busco sensibilizar sobre su sutileza, sobre su delicadeza inherente, así como sobre su carácter quebradizo. Es el resultado de un recorrido personal, en el que exploro el ambiente recordando que somos solamente una pequeña rama del gran árbol filogenético y, también, una invitación a tomar tiempo para la contemplación, a concienciar sobre lo que nos rodea y a respetar inclusive las formas más mínimas de vida.

De cierta manera, intento reencontrar y compartir, a través de este trabajo fotográfico, el ideal armónico inculcado durante mi infancia.